Han pasado por aquí

sábado, 28 de mayo de 2011

Capítulo 3. "Esa misteriosa foto"

Capítulo 3
Esa misteriosa foto


“No me temas, yo te quiero ayudar. De momento, es mejor que no sepas quién soy, ya llegará el momento. Cómo has podido pensar, todo esto tiene relación con tu abuelo. Por ahora no te puedo decir nada más, yo me juego muchas cosas al intentar ayudarte. Para no arriesgarme, no te enviaré más cartas. Todo lo que puedas necesitar saber está en el “106” ve allí a menudo. No tengas miedo, pues yo te protegeré.”
Vamos, lo que me faltaba. Lo que más me llamó la atención de la carta, fue la última frase “No tengas miedo, pues yo te protegeré”, y claro, me surgieron ciertas preguntas, como por ejemplo ¿de qué debería de tener miedo? y ¿de qué me quiere proteger?
Casi literalmente, ¡estaba cagado!, esto me sobrepasaba. Yo, que había llegado a la conclusión, intentando relajarme de mis malos pensamientos, que el medallón me lo había dado una mujer, que se lo habría encontrado por algún casual y no quería que supiera quién era ella. Y ahora hay alguien que me dice que se la juega por ello y como de costumbre, vuelvo a hacerme preguntas que hasta a mí, me parecen algo surrealistas. ¿Qué se puede jugar por darme un medallón, que se supone que pertenecía a mi abuelo?, y lo que me viene a la cabeza es: una amistad, quizá un empleo, ¿la muerte?
-Hey, ¿quién es? –la voz de mi hermana difuminó mis pensamientos.
-Nada, un amigo por correspondencia que tengo –mentí.
-¿Qué amigo por correspondencia?
-Uno… -le dije empujándola suavemente para que se fuera.
-¿Y cómo es que nunca antes te había escrito? –insistió.
-Porque lo conocí hace poco –respondí rápidamente mientras la volví a empujar, pero esta vez, con menos paciencia.
-¿Dónde?
-¡A ti que te importa! –grité.
No me dijo nada más, me dio una patada y se fue tranquilamente, aunque creo que bastante enfadada conmigo. Yo no solía enfadarme, ni reñir con mi hermana, así que pensé que el día de hoy, había sido el culpable, por lo que me prometí a mi mismo olvidar todo lo que me había pasado y no hacer caso de la carta, la cual rompí en mil pedazos y tiré a la papelera de mi habitación.
            Los días siguientes pasaron tranquilos, pero seguí estando alerta por si pasaba algo raro. Y como no, algo pasaba. Me di cuenta de que un Mercedes deportivo negro rondaba por mi barrio desde hacía unos días. Me fijé básicamente, porque era un modelo que a mí me gustaba mucho y era caro, por lo que me llamó la atención. Un día iba caminando con unos amigos, pasábamos delante del coche y vi que había alguien dentro. Quería saber quién era el dueño, no se le veía bien la cara a través de los cristales tintados, así que le llamé a la ventanilla y le pregunté la hora (si no hubieran estado mis amigos al lado, no se si lo hubiera hecho). Cuando bajó la ventana parecía algo nervioso, no lo había visto nunca, pero me fijé que había una foto de mi casa delante de la palanca de cambios. Le di las gracias y continué hacia delante con mucho miedo, ¿la hora?, no presté atención, ahora me preocupaba mucho más saber porqué ese hombre tenía una foto de mi casa. En ese momento recordé la carta. Si aquella persona realmente me quería ayudar, seguro que me podía solucionar la duda.
            Esa misma tarde cogí mi bicicleta y me fui a la cabaña 106. Si, ya se que dije que no volvería, pero ahora quería saber que estaba pasando y que alguien respondiera a mis preguntas. Entré en la cabaña con más seguridad que la otra vez y miré a ver si había algo para mí. No encontré nada. Salí desilusionado de allí. Estaba llegando a la ciudad, cuando al final de la carretera que daba al campo, vi aquel mercedes. Bajaban dos hombres de él. Yo me escondí entre unos arbustos a un lado del camino. Se dirigían hacia mí. Tenía mucho miedo. Me acerqué gateando al extremo del arbusto para ver que hacían. En ese momento una fría mano me tapó la boca y tiró de mí hacia atrás.

Por superfdz
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domingo, 22 de mayo de 2011

Capítulo 2. "Preguntas sin respuesta"

Capítulo 2.

Preguntas sin respuesta

Mi abuelo había muerto dos años atrás, en un accidente de avión, cuando volvía de unas vacaciones en la playa. Las 107 personas que viajaban en él murieron y muchos de los cadáveres no se encontraron, entre ellos el de mi abuelo. No era muy viejo, tenía 65 años, acaba de jubilarse y quería celebrarlo tomándose un descanso. En contra de lo que podáis pensar, no me afectó mucho su muerte, casi nunca lo veía. Él trabajaba en Madrid, no se en qué, y yo, aquí, viviendo en un pueblo de Zaragoza.
            Oí unos ruidos, no sabía si dentro de la cabaña o fuera, si eran personas o ratas que correteaban entre la suciedad. Cogí el medallón y me lo metí en el bolsillo, corrí desesperadamente hacia la puerta, tropezándome con todo lo que había delante de mí (Os parecerá exagerado, pero comprended mi situación). Al pasar por el espacio tan pequeño que había entre la puerta y la pared me raspé el brazo con un clavo suelto y me ice una raja en la parte superior de éste, no grité, ni siquiera me dí cuenta. Cuando salí, me tropecé con mi bici y me caí al suelo. Cuando abrí los ojos vi a un hombre sobre mí, di un respingo hacia atrás y ahogué un grito.
-¿Qué pasa, chico? –dijo con voz tranquila –ni que hubieras visto un monstruo.
            Lo miré, era un hombre de unos cuarenta años, estaba paseando a su perro.
-No pasa nada –dije aún temblando –me he caído de la bici.
-¿Te encuentras bien, necesitas que te lleve al hospital?
-No, no creo que sea necesario.
-Bueno, pero cuando llegues a casa desinféctate ese brazo, te has hecho una herida bastante grande. Toma, límpiate –dijo entregándome unos pañuelos.
            En ese momento me di cuenta de que me chorreaba sangre del brazo. Le di las gracias y me monté en la bici tambaleándome. Al llegar a casa, no había nadie, fui al baño y cogí el bote de alcohol. Lo eché sobre un algodón y me lo pasé sobre el brazo. Aspiré profundamente soportando el escozor. Me limpié la sangre que me había caído por el brazo y me vendé la herida como pude. Cogí una camiseta de manga larga y me la cambié por la que tenía de manga corta, para que no se notara mi herida. Fui a mi habitación, saqué el colgante y lo observé más detenidamente. Sin lugar a dudas, era el que mi abuelo llevaba siempre consigo, debajo de la camisa, pocas veces lo había visto de cerca. Me tiré sobre la cama, cientos de preguntas me pasaban por la cabeza, ¿quién tubo todo este tiempo el medallón?, ¿qué hacía en aquella cabaña destartalada?, ¿quién era aquella mujer que le dio el papel a mi hermana? Necesitaba respuestas… Decidí ponerme a tocar el violín hasta que mis padres llegaran, eso me relajaba muchísimo, sobre todo, en estos momentos de tensión y nerviosismo. Estaba tocando un concierto de Vivaldi cuando oí una llave abrir la puerta, aquello me desconcentró y dejé de tocar. Habían llegado mis padres, oí a mi hermana hablar con mi madre, al cabo de un rato entró corriendo en mi habitación montando jaleo y gritando.
-¡Tienes correo!, ¡Tienes correo! –gritó mientras me daba una carta.
            Se sentó a mi lado y se quedó mirándome, supuse que no se iba a ir hasta que abriera y leyera la carta. La iba a abrir tranquilamente, cuando me di cuenta que no tenía sello. Eso me puso más nervioso de lo que ya estaba, di vueltas y vueltas a la carta muy agitado, buscando en vano un sello. Giré la cabeza hacia mi hermana, me miraba extrañada.
-¿Qué haces no la vas a abrir? –me dijo muy sonriente.
-¿De, de dónde has sacado esta carta? –le dije titubeando.
-¿De dónde la voy a sacar? –dijo riéndose
            Abrí la carta intentando romper el sobre lo menos posible y saqué del interior el folio con cuidado. Lo desdoblé, estaba escrito a ordenador. Comencé a leer para mí, para que no me oyera mi hermana.


Por superfdz
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viernes, 20 de mayo de 2011

Capítulo 1. "Un papel"

"Una dura decisión"

Capítulo 1.
Un papel

Era una mañana de verano, me despertó un pequeño susurro. Intenté prestar atención para conseguir saber que era, pero pronto abandoné. Mi casa estaba en un silencio absoluto. Aún era muy de mañana, a esa hora ni mis padres, ni mi hermana pequeña estarían despiertos. Me volví a acostar, pero los rayos de luz del amanecer se empezaban a colar entre los huecos de la persiana, chocando contra mis ojos. Me levanté tambaleándome del sueño que tenía y baje la persiana completamente. Volví a tumbarme en la cama. En ese momento, comenzó a piar una golondrina que debía haber puesto el nido en mi ventana, era insoportable, ya me había despejado demasiado y sabía que no me iba a poder volver a dormir. Decidí ir al salón y ver la tele un rato, hasta que mis padres se levantaran. Pasé por la cocina para beber un poco de agua y me sorprendió ver a mi hermana allí sentada, con un vaso de leche
- ¿Qué haces levantada, Julia?
- Nada –me dijo casi susurrando.
- ¿Pasa algo?
- No –me dijo con la misma voz
- Si has tenido una pesadilla o cualquier problema, que sepas que me lo puedes decir.
- No, no pasa nada.
Bebí un poco de agua y me fui al salón bastante extrañado.
Al poco tiempo, viene mi hermana hacia mí y me dice:
-Guillermo, antes había una señora que me llamó por la ventana y me dio esto –me dijo entregándome un papel.
-¿Quién era, por qué le abriste la ventana? –le pregunté enfadado.
-No se quien era y no le abrí la ventana, baje la persiana –me dijo sacándome la lengua-, cuando se fue, levanté la persiana y vi que había dejado ese papel.
Desdoblé el papel con curiosidad. Estaba muy mal escrito pero me di cuenta de que era una dirección. Ponía “Av. Libertad 106”.
-¿Seguro que no sabes quien te ha dado esto? –le insistí a mi hermana.
-No, era una señora que no había visto nunca, tenía el pelo castaño y ondulado y sería tan alta como tú –me dijo un poco más calmada.
            Por la tarde, decidí ir a dónde ponía en el papel. Pensé que no pasaría nada por ir a llamar a una casa y saber que pasaba. Cogí mi bici y fui allí. La avenida Libertad era una calle de las afueras que rodeaba la ciudad. Busqué el número 106 de arriba abajo, pero no lo encontré. La última casa tenía el número 105 y a partir de ahí la calle se cortaba con una verja que conducía al campo abierto. Pregunté a varias personas que pasaban por allí, pero ninguna sabía nada. Ya iba abandonar cuando me percaté de que al otro lado de esa valla y de entre unos arbustos surgía un pequeño sendero entre la hierba, probablemente creado, por la propia gente al caminar sobre él constantemente.
Me acerqué al inicio del camino y me desplacé un poco hacia un lado para evitar que dos grandes chopos me cortaran la vista. Escondida detrás de ellos vi una cabaña bastante ruinosa. Me monté en la bici y me dirigí hacia allí. Al llegar, pude comprobar que en la pared, sobre la puerta, a la cual lo único que la mantenía cerrada era una cadena oxidada que pasaba por un agujero hecho en la pared y otro en la puerta, finalmente unida por un candado, había grabado con una navaja un 106.
La cabaña tenía una ventana pequeña con los cristales rotos, el tejado medio caído y la pared resquebrajada. Quise entrar, sentí que dentro había algo esperándome, algo que me atraía. Cogí una piedra alargada y comencé a dar golpes con ella a la cadena. No necesité mucho esfuerzo, a los pocos golpes se fragmentó. Empujé la puerta con todas mis fuerzas, detrás había algo que la obstruía. A base de empujones conseguí abrir un pequeño hueco para poder entrar. La parte caída del tejado dejaba pasar los rayos de luz e iluminaba el interior de la caseta. Parecía estar abandonada desde hace mucho tiempo. El suelo era de tierra, sobre él crecían algunas hierbas. Había muebles de madera caídos por todos los lados, agrietados, llenos de tierra y barro. Pero me llamó la atención una mesita que había en frente mío. Estaba limpia, en pie y sobre ella había un medallón. Me acerqué con miedo, no se exactamente de qué, la cogí, era de oro, en la parte exterior había grabada un águila perfectamente detallada. Giré el medallón, había grabado un nombre en la parte posterior, lo leí en voz alta, un escalofrío me recorrió la espalda y se me aceleró el corazón. Ponía… “Para Daniel Fernández González”. Era mi difunto abuelo.



Por superfdz
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miércoles, 18 de mayo de 2011

Paco

Paco

Paco es buscador de oro en un pequeño riachuelo que pasa cerca de un pueblecillo, el río es tan pequeño, que ni siquiera pasan peces. Un día, Paco, escuchó a dos jóvenes decir entre ellos que habían encontrado una pepita de oro en un río y como él sólo conocía ese riachuelo fue a buscar oro ahí.

Paco tiene una cara confiada con una frente arrugada en la que a veces se ven destellos brillantes debidos al sudor. Sus ojos son oscuros y tensos sobre los que se ven unas espesas y canosas cejas. En su irregular boca, se pueden ver ocho desgastados dientes cuando sonríe.

El color de piel de Paco es muy bronceado debido a sus largas horas bajo el Sol buscando piedras doradas. Sus manos son rugosas y grandes, algunas personas dicen que le empezaron a crecer más y más desde que comenzó a recoger minerales del río, sin embargo esas manos nunca llegaron a encontrar oro. Tiene unas piernas robustas y musculosas de tanto estar de pie.

Paco es buena gente, cuando termina de trabajar en el río le gusta estar con los niños pequeños del pueblo y enseñarles a hacer juguetes con palos y piedras y a cazar conejos con trampas. A los padres de éstos niños no les gusta que Paco esté con ellos, porque dicen que les contagia los piojos, pero eso es mentira, porque Paco mientras busca oro se lava y al estar casi todo el día en el río no puede estar sucio.

Su único defecto es que es muy confiado, los chicos más grandes cuando le ven, le dicen que han encontrado oro y entonces, Paco, al día siguiente se levanta más temprano y va al río con mucha más ilusión, sin embargo esta ilusión persiste aún al no haber encontrado nada durante todo el día.

A Paco siempre se le suele ver con un pico, nadie sabe porque lleva un pico consigo si el oro lo busca en el río y no en las minas, pero, yo se la razón:
Un día estaba en el riachuelo como de costumbre, pero anocheció e intentando volver a casa se perdió. Caminando sin rumbo, encontró una explanada en la que había unas piedras que brillaban a la luz de la Luna. Paco creyó que era oro y las intentó desenterrar pero no pudo, la tierra estaba muy dura. Entonces abandonó y siguió buscando el pueblo en el que vivía. Una vez encontró su casa, cogió un pico y trató de buscar el lugar donde estuvo aquella noche, pero nunca lo consiguió. Desde entonces, siempre lleva consigo el pico por si vuelve a encontrar esas tierras en las que creyó ver oro, pero, realmente… eran piritas.

Relato corto por superfdz
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lunes, 16 de mayo de 2011

Defendiendo mi vida y mi inocencia

Defendiendo mi vida y mi inocencia
El día 10 de Abril de 2008 empezó mi sufrimiento.
Era de noche, aproximadamente las tres de la madrugada cuando oí unos ruidos que provenían del pasillo, tenía mucho sueño y no me apetecía levantarme de la cama a ver que podía ser. Diez minutos más tarde volví a oír otro ruido, bastante más fuerte que el anterior y me pareció escuchar una voz. Esta vez si que me levanté y cuando me estaba acercando a la puerta de mi habitación… un hombre entró amenazándome con un puñal, me empujó sobre la cama y empezó a atacarme. Debía ser un ladrón. Llevaba el rostro cubierto, era bajo pero parecía ser muy fuerte. Me clavó el puñal en un brazo y en la parte superior de la pierna. Yo, conseguí pegarle un puñetazo y apartarlo de mí. En ese momento me dio tiempo a coger una pistola que tenía en un cajón de mi mesilla. Le amenacé para que no se moviera mientras yo llamaba a la policía. De pronto se abalanzó sobre mí con su arma. Yo disparé. El hombre cayó al suelo.
Estaba muy asustado, llamé a la policía y le conté lo que había pasado. Al ladrón se lo llevaron en ambulancia y más tarde me enteré de que murió de camino al hospital.
Fui a juicio y me encarcelaron por asesinato con una condena de veintiún años. Yo les dije que fue en legítima defensa, pero me dijeron que no había igualdad de condiciones. Él tenía un arma blanca y yo una de fuego. Si en vez de un arma de fuego le hubiera matado con otra navaja sí que abría quedado libre. ¡Yo no tenía un cuchillo, tenía una pistola!
Dos años después, su celebró otro juicio, fue una segunda oportunidad de declarar mi inocencia. Aún recuerdo las palabras que le dije al juez, “Si no le disparo… ¿Qué debería haber hecho? ¿Dejarme matar?”
No se si fue eso, o el increíble trabajo de mi abogado, lo que convenció al juez, pero sí sé, que ahora estoy sentado en un banco cercano a mi casa disfrutando de la libertad.

Relato corto por superfdz, este relato ganó el 1º premio de relatos cortos del Ies Marco Fabio Quintiliano
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Un mundo sin derechos, un mundo sin vida

Un mundo sin derechos, un mundo sin vida

Es el año 2120 y se han creado diferentes países, uno de ellos es “Fantunia”. El presidente de Fantunia, Frank Miller, piensa que su país es más fuerte que el resto del mundo unido. Piensa que, ¿para qué conformarse con un trozo del mundo pudiendo tenerlo todo?, ¿por qué conformarse con dirigir a una pequeña parte de la población pudiendo tener a toda La Tierra bajo sus pies?
-Decidido, declararé la guerra y llevaré a este país a la riqueza –dijo Miller a su consejero Moore.
-En estos años de crisis será fácil convencer a la población y, moviendo unos hilos podremos hacer  lo que queramos –afirmó Moore.
Un par de meses después Miller había atacado a todos los pequeños países de su alrededor, para él sus peores barreras. La desgracia había vuelto a La Tierra, la gente era asesinada, capturada y obligada a trabajar como esclavos. Algunos habitantes de los países cercanos mataban y robaban con tal de intentar sobrevivir a la masacre, cosa que no habrían hecho teniendo un futuro mejor.
Pero, había alguien que luchaba por un mundo libre. Ese era Frederic Brown. Brown era el antiguo general del ejército de Fantunia, que se opuso a Miller y su alocado plan de dominación mundial. Brown se escapó de la cárcel que había creado Miller, allí, torturaban a todas las personas que se enfrentaban a él y luego las mataban.
-Deberé matar a Miller para poder salvar y liberar a todas las personas de La Tierra –pensaba Brown para sí mismo.
Mientras Brown se dirigía a “Espreada”, capital de Fantunia, con la ayuda de los tenientes que también se habían opuesto a Miller, la conquista seguía adelante.
El ejército de Fantunia dirigido por Miller ya había dominado América y estaba dispuesto a entrar en África. Se estaban destrozando ciudades con grandes misiles y bombas. Pero no todo era bueno para Miller, a su alrededor, las personas en las que confiaba comenzaban a discrepar, había mucha tensión en Fantunia. Los oficiales y tenientes comenzaban a rebelarse y eran enviados a las cárceles.


Brown había llegado a Espreada pero vio que era completamente imposible entrar en el palacio de Miller ya que había miles de soldados alrededor, pero éste tenía un segundo plan:
-Ya sé lo que podemos hacer –dijo Brown a su compañero James.
-Dime, ¿cuál es tu plan?, amigo.
-Nos infiltraremos en los medios de comunicación y haremos un anuncio. La gente no sabe realmente que es lo que está haciendo Miller con los derechos y las vidas de la gente, estoy seguro de que el país se rebelará contra él cuando oiga el mensaje.
-Y. ¿cómo lo piensas hacer?, Miller tiene controlados los medios de comunicación y le ha quitado a las personas la libertad de expresión.
-Tranquilo, tengo un amigo que trabaja en una cadena de radio y como es casi el jefe seguro que podrá hacer algo por nosotros.
Durante este tiempo Miller se abría paso a través de Asia, ya había ganado mucho terreno y con ello aumentaba su poder.
-Ya hemos llegado James –dijo Brown a su compañero- ahora necesitamos una frase para que la oiga toda Fantunia.
-Creo que ya sé Brown –dijo James- “La vida da muchas vueltas a lo largo del tiempo, pero todas por una u otra razón, son buenas gracias a que tenemos una protección, nuestros derechos, estos llevan muchos años aceptados. ¿Por qué romperlos ahora?, si perdemos nuestros derechos por los que tanto hemos estado luchando perderemos nuestras vidas y nuestra dignidad. Es lo que ahora está pasando, estamos dejando que millones de personas pierdan sus derechos, sólo porque a nosotros no nos afecta en este momento, pero, también nos quedaremos sin ellos, más tarde o más temprano acabaremos igual y por eso debemos luchar ahora. ¡No dejemos que Miller consiga su propósito!”
Tres días después, una manifestación de millones de personas estaba a la puerta del palacio de Miller, habían conseguido entrar en el palacio a la fuerza y cuando llegaron a su despacho descubrieron que Miller había muerto.
La guerra había terminado. Brown y James tomaron el palacio y reestablecieron el orden y los derechos. Poco a poco todo iba volviendo a la normalidad.
Se descubrió que el asesino de Miller fue su propio consejero Moore. Éste confesó:


-Al ver lo que estaba haciendo Miller me arrepentí e intenté convencerlo de que parara. Pero como no entraba en razón pensé que la única manera de que esto acabara era envenenarlo. Al hacerlo de esta forma sus guardaespaldas, de momento, no sospecharían de mí y ganaría tiempo para ver como se desarrollaba la situación. Hace unos días, cuando nuestras tropas entraron en Asia le propuse un brindis para celebrarlo y a escondidas aproveché para meter el veneno en su copa. Menos mal que en este tiempo llegasteis vosotros y terminasteis mi labor.
Gracias a que Brown, su compañero James, Moore y otras pocas personas lucharon por los derechos del mundo, aún siendo pocos, se venció y la paz volvió a La Tierra.

Relato corto por superfdz
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