Han pasado por aquí

domingo, 22 de mayo de 2011

Capítulo 2. "Preguntas sin respuesta"

Capítulo 2.

Preguntas sin respuesta

Mi abuelo había muerto dos años atrás, en un accidente de avión, cuando volvía de unas vacaciones en la playa. Las 107 personas que viajaban en él murieron y muchos de los cadáveres no se encontraron, entre ellos el de mi abuelo. No era muy viejo, tenía 65 años, acaba de jubilarse y quería celebrarlo tomándose un descanso. En contra de lo que podáis pensar, no me afectó mucho su muerte, casi nunca lo veía. Él trabajaba en Madrid, no se en qué, y yo, aquí, viviendo en un pueblo de Zaragoza.
            Oí unos ruidos, no sabía si dentro de la cabaña o fuera, si eran personas o ratas que correteaban entre la suciedad. Cogí el medallón y me lo metí en el bolsillo, corrí desesperadamente hacia la puerta, tropezándome con todo lo que había delante de mí (Os parecerá exagerado, pero comprended mi situación). Al pasar por el espacio tan pequeño que había entre la puerta y la pared me raspé el brazo con un clavo suelto y me ice una raja en la parte superior de éste, no grité, ni siquiera me dí cuenta. Cuando salí, me tropecé con mi bici y me caí al suelo. Cuando abrí los ojos vi a un hombre sobre mí, di un respingo hacia atrás y ahogué un grito.
-¿Qué pasa, chico? –dijo con voz tranquila –ni que hubieras visto un monstruo.
            Lo miré, era un hombre de unos cuarenta años, estaba paseando a su perro.
-No pasa nada –dije aún temblando –me he caído de la bici.
-¿Te encuentras bien, necesitas que te lleve al hospital?
-No, no creo que sea necesario.
-Bueno, pero cuando llegues a casa desinféctate ese brazo, te has hecho una herida bastante grande. Toma, límpiate –dijo entregándome unos pañuelos.
            En ese momento me di cuenta de que me chorreaba sangre del brazo. Le di las gracias y me monté en la bici tambaleándome. Al llegar a casa, no había nadie, fui al baño y cogí el bote de alcohol. Lo eché sobre un algodón y me lo pasé sobre el brazo. Aspiré profundamente soportando el escozor. Me limpié la sangre que me había caído por el brazo y me vendé la herida como pude. Cogí una camiseta de manga larga y me la cambié por la que tenía de manga corta, para que no se notara mi herida. Fui a mi habitación, saqué el colgante y lo observé más detenidamente. Sin lugar a dudas, era el que mi abuelo llevaba siempre consigo, debajo de la camisa, pocas veces lo había visto de cerca. Me tiré sobre la cama, cientos de preguntas me pasaban por la cabeza, ¿quién tubo todo este tiempo el medallón?, ¿qué hacía en aquella cabaña destartalada?, ¿quién era aquella mujer que le dio el papel a mi hermana? Necesitaba respuestas… Decidí ponerme a tocar el violín hasta que mis padres llegaran, eso me relajaba muchísimo, sobre todo, en estos momentos de tensión y nerviosismo. Estaba tocando un concierto de Vivaldi cuando oí una llave abrir la puerta, aquello me desconcentró y dejé de tocar. Habían llegado mis padres, oí a mi hermana hablar con mi madre, al cabo de un rato entró corriendo en mi habitación montando jaleo y gritando.
-¡Tienes correo!, ¡Tienes correo! –gritó mientras me daba una carta.
            Se sentó a mi lado y se quedó mirándome, supuse que no se iba a ir hasta que abriera y leyera la carta. La iba a abrir tranquilamente, cuando me di cuenta que no tenía sello. Eso me puso más nervioso de lo que ya estaba, di vueltas y vueltas a la carta muy agitado, buscando en vano un sello. Giré la cabeza hacia mi hermana, me miraba extrañada.
-¿Qué haces no la vas a abrir? –me dijo muy sonriente.
-¿De, de dónde has sacado esta carta? –le dije titubeando.
-¿De dónde la voy a sacar? –dijo riéndose
            Abrí la carta intentando romper el sobre lo menos posible y saqué del interior el folio con cuidado. Lo desdoblé, estaba escrito a ordenador. Comencé a leer para mí, para que no me oyera mi hermana.


Por superfdz
® Reservados todos los derechos

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Y si por algún casual mi historia no te parece interesante. Puedes jugar con mi hamster